Blogia
El kiosco de la plaza

UN MERECIDO DESCANSO PARA ÁNGEL Y ROSA

 

Desde primeros de agosto está cerrado el quiosco de la Plaza Mayor. La persona que ha estado al frente de este negocio durante los últimos 54 años, Angel Chacón, se ha jubilado. Tanto él como su mujer, Rosa Miravalles, que ha compartido con Ángel el oficio de quiosquera, se tienen ganado a pulso un merecido descanso.
Hasta donde me alcanza el recuerdo, siempre he visto a Ángel y a Rosa al frente del quiosco de la Plaza Mayor. Por eso no es de extrañar que durante estos últimos días todos lo que vivimos por esta zona nos sintamos un poco huérfanos al ver el quiosco cerrado. La verdad es que los echamos de menos.
Ser quiosquero no es un trabajo de riesgo, pero sí muy sacrificado. Quizás por eso, en estos momentos, no hay nadie que los sustituya. Poca gente era consciente, cuando se acercaba a comprar el periódico o alguna revista, de que Ángel se tenía que levantar todos los días de madrugada –durante una gran época del año aún de noche- para que los demás pudiéramos recibir a tiempo las noticias del día.
Poca gente sabe el sacrificio que supone recoger las publicaciones de la distribuidora, llevar la cuenta de las devoluciones, hacer el reparto diario y, encima, tener abierto el quiosco para atender, de buen grado, a todos los que nos acercábamos por allí.
A veces me admiraba al contemplar la paciencia que desplegaba Rosa, atendiendo a los pequeños indecisos que se acercaban a comprar “chuches”, y que dudaban entre una fresa o un limón. Y ella, sin perder la sonrisa, les iba mostrando el género hasta que el niño o la niña se decidía.
Tampoco torcía nunca el gesto al escuchar algún comentario impertinente sobre alguna publicación o fascículo, que no había llegado, como si fuera culpa suya. Ni siquiera se alteraba Rosa –al menos demasiado- cuando, tijera en mano, tenía que recortar cupones de los periódicos y rebuscar las películas o los libros que regalaban ese día.
Lo único que hacía era resignarse al comprobar cómo habían convertido su quisoco en un bazar, lleno de relojes, collares, pulseras o medallitas, por obra y gracia de los departamentos de márketing de los periódicos, que deciden invertir en regalos, más o menos peregrinos, en lugar de ofrecer mayor y mejor información, para elevar las ventas.
Tanto Ángel como Rosa, tenían asumido que para ellos no había domingos, ni fiestas de guardar, más allá de los tres días al año –Navidad, Año Nuevo y Sábado Santo- en cuyas vísperas permanecen cerradas las redacciones de los periódicos y, por tanto, no hay diarios que vender en esos días.
Así, Ángel y Rosa han sufrido, día tras día y año tras año, los fríos inviernos de Albacete y los sofocantes calores veraniegos, metidos en su quiosco que, aunque se ha ido modernizando con el tiempo, continuaba siendo pequeño e incómodo por dentro. Sobre todo al llenarse de chanclas, pareos y gafas de buzo de las promociones de las revistas, que tampoco dejan atrás a los diarios en cuanto a regalos llamativos para colocar su producto.
Sí, el quiosco de la Plaz Mayor está cerrado, pero eso en realidad no importa demasiado. Lo que echamos de menos no son los productos que vendían Ángel y Rosa, sino a ellos. Por mucho tiempo que pase,y aunque el negocio se abra de nuevo, nadie podrá ocupar nunca su lugar. Ellos, con su humanidad, su saber estar y su trabajo honesto y callado, han formado parte de la vida de esta ciudad, y de todos y cada uno de los que los hemos tenido el privilegio de conocerlos.
Los libros de historia no hablarán de Rosa y Ángel, ni siquiera lo harán los periódicos que ellos vendían; aunque debido a la jubilación hayan ocupado unos días algún espacio de los medios de comunicación. Sin embargo, al menos para mí, se merecen más titulares a cinco columnas, en las primeras páginas, que aquellos que protagonizan las noticias habitualmente.
Rosa y Ángel, Ángel y Rosa, gracias por vuestro sacrificado trabajo, tan pocas veces reconocido, y por las lecciones de humanidad y cariño que nos habéis ofrecido a lo largo de vuestra vida.
Porque debéis saber que cuando acudíamos como moscas a la miel a vuestro quiosco, no sólo íbamos a comprar algo de lo que vendías, sino que lo que nos atraía era la parrafada que echábamos con vosotros y el contacto humano que nos brindábais. Os doy las gracias por ello. De corazón.

Rosa Villada. Periodista. Escritora.
Autora de:
*El Color de las Palabras
*Laberinto de Sueños
*Vidas Imaginadas
*El Camino de los Locos

Su página web:http://webs.ono.com/rosavillada

0 comentarios